Esta historia me la contó mi abuela paterna, cuando todavía iba al colegio, y me quedaba mirando fijamente una marca que había en el techo de la habitación de mis abuelos.
Me contó que cuando se mudaron de su casa en Santa Catalina, un barrio de la ciudad de Palma de Mallorca, a un primer piso cercano a la calle Adrián Ferran de Palma, donde había una planta baja, y sobre ésta, un único piso, donde irían a residir mis abuelos.
Comenzaron a mirar la casa, y en esos momentos de curiosidad, mis abuelos se preguntaban que era aquel agujero circular que había en el techo, que había sido reparado de forma tan austera...
La curiosidad les hizo preguntar a la dueña sobre el origen de aquella marca, pues en un primer momento, pensaban que era el agujero que había quedado después de desmontar alguna estufa o chimenea antigua. La propietaria del inmueble, les contó que aquel agujero lo hizo una bomba durante los bombardeos de 1938, la cual atravesó el tejado, el suelo del primer piso, y acabó impactando contra el suelo de la planta baja sin hacer explosión. Tal vez por deformarse la espoleta con la inclinación del tejado, o por casualidades de la vida, la bomba no habría sido correctamente ensamblada, y por eso no explotó.
Aquella casa todavía sigue en pié, pero tuvo que ser apuntalada por tener un alto riesgo de derrumbe. Y aunque a día de hoy, mis abuelos decidieron cambiar aquella vieja casa, por un piso en el centro de la capital mallorquina, el agujero que dejó aquella bomba todavía puede verse en su techo, donde tan gratos años de infancia viví, y que por suerte, sobrevivió a los duros ataques de la guerra civil española.
Casa palmesana destruida por los bombardeos de 1938. Fuente: www.paraisobalear.com |
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