lunes, 14 de abril de 2014

La bala incrustada de Kurland.


Amado Carbonell Santos

Esta curiosa lata, tiene un lugar privilegiado en mi colección particular de la Segunda Guerra Mundial. Fue hallada hace tres de años a 180 km de la ciudad de Riga (Letonia, antiguo país de Latvia), en dirección oeste.

Mapa de la antigua Latvia, actualmente Kurlandia y Letonia. Fuente: www.go.hrw.com






La historia de esta lata es bastante insólita, pues si nos fijamos en las fotografías, veremos cómo en uno de los lados, hay un gran agujero de penetración, y en el lado contrario, concretamente en la esquina, hay un objeto que ha quedado incrustado en el metal desgarrado. Son restos de una bala y roca que durante un ataque, rebotó en algún saliente de piedra, e impactó en la lata, atravesando uno de sus lados, y finalmente encajándose en la esquina.
Dicha lata, fue un testigo mudo de la feroz batalla de Kurland

















Un poco de historia…


Grupo de soldados alemanes refugiados en las trincheras, durante la batalla de Kurland. Fuente: stabswache-de-euros.blogspot.com

Durante el mes de octubre de 1944, un grupo de 500.000 soldados (concretamente 32 divisiones alemanas, y 20.000 hombres de la XIX división de la Leton Waffen-SS), fueron aislados del resto del ejército alemán, y acorralados. Hacia el este y el sur, tenían al ejército soviético pisándoles los talones; hacia el norte y el oeste, tenían el Mar Báltico. Los letones llamaban a ese lugar “kurzemes Katls”, o el hervidor de Kurland; los alemanes lo llamaron Festung Kurland, la fortaleza de Kurland.

Para la XIX división Kurland, fue realmente su última batalla…

Tomaron parte en seis importantes batallas entre el 12 de octubre de 1944, y el 3 de abril de 1945. Junto con las unidades del ejército alemán resistieron en todo el frente, manteniendo los asedios del ejército bolchevique de Kurland, hasta el 8 de mayo de 1945, momento en el que Alemania capituló.

Estos soldados se mantuvieron invictos hasta el último momento de la guerra, “im felde unbesiegt”, como dicen los alemanes.

En una de las últimas batallas, la compañía en un único periodo de 24 horas, el capitán Miervaldis Adomsons había conseguido repeler siete ataques del ejército ruso; después de la batalla, los cuerpos de los soldados soviéticos fallecidos, se contaban por cientos frente a las posiciones invictas de los letones.

El alto mando soviético pidió a los comandantes de la primera y segunda compañía del Báltico, que tomasen acciones contundentes en la región de Kurland, con el fin de empujar al enemigo hacia el sector norte del mar Báltico, donde las unidades del frente alemán no podían disponer de excesiva movilidad.
El primer intento se produjo el 16 de octubre de 1944, pero no consiguieron su propósito.

La segunda ofensiva soviética tuvo lugar el 27 de octubre, pero encontró una gran resistencia desde el inicio del ataque, y no consiguieron hacerlos retroceder.

El 20 de noviembre se lanzó una tercera ofensiva, pero los alemanes y los letones de la Waffen-SS realizaron un contraataque que igualó la línea defensiva soviética, usando en su favor, las características orográficas de la zona.
Los ataques contra el ejército alemán, resultaron ser inútiles entre diciembre de 1944, y febrero de 1945.

Existen documentos soviéticos que muestran como Stalin lanzó diversas divisiones, tras la división del infierno de Kurland, haciendo caso omiso del gran número de bajas que había sufrido. Según estimaciones alemanas, el ejército soviético perdió a 320.000 soldados (incluyendo caídos, heridos o prisioneros de guerra), además de la pérdida de 2388 tanques, 659 ametralladoras, 900 aviones y 1440 cañones.

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